Basquet Caliente

En el momento de modificarlo

El funcionamiento del Código de Disciplina Deportiva que rige el básquetbol en Uruguay ha demostrado la necesidad de encarar de forma urgente su revisión.  A sólo unos 20 meses de su aprobación, conocemos ya el alcance y las consecuencias injustas y negativas que su aplicación acarrea.  Somos dueños y hacedores de nuestro destino. Hay que ser proactivo: si hay unanimidad de criterio sobre el error que fue aprobar este código, es el momento de introducirle las modificaciones necesarias.

Como se dice una y otra vez, es verdad que el Código de Disciplina Deportiva fue aprobado por los clubes en Asamblea citada para dicho fin. Por voto unánime. De los clubes presentes y de los que no, porque debieron estar ahí si es que discrepaban.

Lo que no se dice tanto es que votaron este Código a tapas cerradas: El cuerpo de neutrales de la FUBB, que presentó el proyecto, presionó para que no se analizara su contenido. No se permitió un solo cambio. No se alteró una sola coma. En una demostración de arrogancia, con ese liderazgo mesiánico característico de los últimos años de la Federación, los neutrales dieron por hecho que su texto era tan perfecto, en su forma y en su fondo, que obviamente no merecía que los clubes, con sus dirigentes, sus abogados, sus especialistas en deportes, sus profesores, su experiencia, tuvieran la oportunidad de aportar ideas.

Es decir que ese Código de Disciplina Deportiva ahora vigente, fue impuesto.

Para dejar contento a los pocos clubes que tímidamente mostraron alguna disconformidad, se llegó al mayor de los absurdos y se creó una comisión para que propusiera mejoras. Claro que en una especie de broma diabólica, esa comisión se creó «después» de aprobar el Código.

Cualquier reglamentación que siguiera este proceso legislativo para su aprobación obviamente sería altamente criticable y cuestionable. Pero tratándose de normas de carácter sancionatorio, punitivo, resulta absolutamente inadmisible. A pesar de todo esto, se aprobó. Y está vigente.

Por otra parte, en la nota introductoria del CDD consta que el trabajo de elaborar el proyecto se encomendó a un grupo de personas. Pero en una falta total de transparencia, no se identifican por ninguna parte. Sólo se supo, a través de algunos medios periodísticos, que dicho grupo fue liderado por el Dr. Gabriel Baum, ex árbitro y actual titular de la Gerencia Institucional de la FUBB.

De modo que se desconoce a esos integrantes del grupo y por tanto es imposible saber si tienen idea del funcionamiento institucional de los clubes, si conocen el diario vivir de instituciones que luchan para subsistir, si conocen la infraestructura en donde se desarrolla la competencia, entre otras cosas.

También sería importante identificar a los miembros del grupo para saber si además de consultar las normas internacionales, consultaron también a los estamentos del básquetbol nacional, si concurren asiduamente a partidos donde los parciales se manifiestan a «la uruguaya», si conocen su historia, su evolución, las pasiones que genera.

Porque es muy fácil sentarse en un escritorio y establecer duras sanciones de cierres de canchas, de pérdidas de puntos, de no permitir el ingreso de parciales, de suspender jugadores y tantas otras que muchas veces no recaen sobre el infractor, sino sobre las instituciones, a las que se responsabiliza del desvío de la conducta de parciales, que en cambio quedan impunes. Desde los escritorios es fácil transformarse en paladines de la lucha contra la violencia.

Estas sanciones, cuando son desproporcionadas, no sólo son duras de aceptar sino que afectan los escasos recursos de los que disponen los clubes y alejan a la gente de bien que trabaja de forma desinteresada y honoraria. Más de uno puede sentirse decepcionado ante penas que a veces no entiende, que considera injustas y quizás hasta tendenciosas y arbitrarias. No les da herramientas eficientes a los clubes para desarrollar políticas contra la violencia.

Ya hay experiencia concreta. Fue un error aprobar este Código. Es el momento de modificarlo.

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